En un momento posterior, en época Flavia, será cuando la ciudad recibe la concesión del Ius Latii y el grado de municipium, propiciando un aumento de población. La ciudad va a engrandecerse, ocupando la zona occidental de la meseta, que había quedado libre y sobre todo la zona sur. Será ahora cuando la ciudad se va a dotar de cierta monumentalidad, construyendo aquellos edificios públicos característicos de toda ciudad romana: un arco honorífico delante de la entrada a la ciudad; un edificio público con patio columnado, probablemente la Curia; dos termas, unas para hombres y otras para mujeres; así como un templo in antis, en una de las dos calles principales.
No obstante, la ciudad no perdió sus características indígenas, ya que el mayor número de casas siguieron manteniendo su techado con cubierta vegetal, desechando la tegula y la imbrex romana, pero transformaron las características del espacio doméstico, en relación con la ciudad celtibérica, incorporando módulos cuadrangulares de mayores dimensiones y compartimentados funcionalmente. A partir de este momento, Numancia pasará a integrarse económica y políticamente en el Imperio Romano, donde primará la especialización productiva, propiciada por la concentración de grandes propiedades agropecuarias, lo que conllevaría importantes cambios en las relaciones personales y de dependencia de las estructuras indígenas.