Desde la ciudad destruida en las Guerras Sertorianas (75-72 a.C.) Numancia no estuvo ocupada hasta época de Augusto. Las Guerras Cántabras, que se desarrollaron a partir del 29 a.C., obligaron a desplazarse a la Península al propio Octavio para someter a cántabros y astures y controlar definitivamente la Meseta. Parece probable que fuera entonces cuando se fundaron algunas ciudades en esta zona como, Augustobriga, Numancia y Uxama, situadas en función de la vía XXVII del Itinerario de Antonino, que pasaba al pie de Numancia. Esta vía que se dirigía desde Caesaraugusta a Asturica era de gran importancia para trasladar las legiones con rapidez y sofocar el levantamiento.
Para ello era necesario establecer ciudades (mansiones), que cubrieran el avituallamiento para los ejércitos y los que transitaran por ella. Esta vía debió ser un elemento impulsor de la acción romanizadora, que permitió reforzar la comunicación del valle del Ebro con el alto Duero y el occidente de la Meseta, ya que desde Caesaraugusta (Zaragoza) se dirigía a Asturica (Astorga), y fue magistralmente estudiada por Saavedra (1867) en su tramo soriano. La importancia de esta ruta a lo largo del Imperio queda reflejada en las sucesivas reparaciones que atestiguan los miliarios, hallados en el entorno de Numancia, correspondientes a los emperadores Claudio (53 d.C.), Trajano (98-112 d.C.) y Constancio Cloro (293-306 d.C.).
Pertenecen a esta nueva etapa de Numancia romanizada los epígrafes en que se hacen dedicaciones a Júpiter y a Marte, como suele corresponder a los lugares en los que se mantiene una tradición militar. También de las afueras del recinto de la ciudad proceden algunos epígrafes funerarios.