Numancia es la ciudad celtibérica más citada en las Fuentes Clásicas, siendo glosada su resistencia y final heroico hasta la exaltación. Desde la perspectiva arqueológica, con el inicio de las nuevas excavaciones en Numancia y la identificación científica de su ubicación, se abría una nueva etapa para el conocimiento de los restos de la mítica ciudad. Pero los libros de texto, manejados en el siglo XIX y a lo largo del XX, no tendrán en cuenta la información aportada por la arqueología, utilizando imágenes idealizadas de Numancia. Desaparece el nombre de Numancia durante la invasión musulmana.
De tal manera se borró la memoria de esta ciudad en la Edad Media, que los reyes de León indican, en el siglo X, que sitúan Zamora sobre la antigua Numancia, buscando bases de identidad para su reino y su nueva capital en el pasado indígena. Se constata en varias historias y documentos de la corte de Ramiro III, de 973, en la redacción ovetense de la Crónica de Alfonso III, y en la Crónica General de España del Rey Sabio, del siglo XII. Esta falsa atribución se rectificó hacia 1409, llevándola a tierras de Soria. Después Antonio de Nebrija (a comienzos del s. XVI) la situó en su verdadero lugar, siendo reforzada esta ubicación en el cerro de La Muela de Garray, con poderosos argumentos históricos por Ambrosio de Morales en la segunda mitad del siglo XVI.
El reinado de Felipe II (1556-1589) fue uno de los momentos álgidos en el uso de Numancia, coincidiendo con el esplendor que estaba viviendo el Imperio Español. Fue entonces cuando Miguel de Cervantes escribió “La Destrucción de Numancia” (1582) , acentuando el contenido simbólico de la gesta numantina, utilizándose su representación cuando era necesario incentivar la resistencia heroica contra el enemigo o los ideales de libertad de un pueblo. A partir del siglo XVIII los diferentes historiadores como Florián de Ocampo, los Padres Flórez y Méndez , no dudaron ya de su atribución soriana y Juan Loperraez (1788:249-289) realizó investigaciones importantes sobre el terreno y facilitó el primer plano del cerro de La Muela y de sus ruinas visibles.
Se volvió a representar “La Numancia” de Cervantes en Los Sitios de Zaragoza (1808-1809), buscando la identificación con los numantinos en la heroica defensa de la patria, y se creó en Soria el Batallón de Voluntarios Numantinos, a los que se les consideraba hijos de los numantinos y herederos de la misma causa en su lucha por la libertad contra un poder extranjero. También fue utilizada Numancia para desarrollar un sentimiento provincial soriano, que afianzara el nuevo diseño de la provincia de Soria, surgido de la reestructuración de Javier de Burgos, en 1833, lo que conllevó una “democratización” del vocablo Numancia, siendo empleado por todos los sorianos como un elemento histórico de identificación colectiva. Entonces Soria quiso llamarse Numancia.
En la difusión de Numancia hay que destacar la influencia que ejercieron los manuales de Historia de España, como el del Padre Mariana (reeditado en 1828), que sirvió de base para las representaciones históricas del siglo XIX. Ya en 1802 la Academia de San Fernando había escogido como ejercicio anual para los premios de pintura "La destrucción de Numancia". Más tarde, el Gobierno de Isabel II (1856) creó las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, que fomentaron la pintura histórica al servicio de la Monarquía. Como tema fijo de la Academia figuraba "El Último Día de Numancia". Con el inicio de las excavaciones (1861-1867) parecía que se abría una nueva etapa para el conocimiento de los restos de la mítica ciudad. Pero el descubrimiento de una arquitectura y casas bastante modestas, no encajaban bien con el esplendor y monumentalidad que acompañan al imaginario colectivo, lo heroico y grandioso.
El conocimiento proporcionado por las excavaciones sobre las características reales de la ciudad, quedó solamente en el ámbito de los intelectuales, pues a nivel general continuó manejándose una imagen idealizada. Así, Alejo Vera, aunque pintó su cuadro, “El último Día de Numancia”, catorce años después de las excavaciones de la Real Academia de la Historia, dotó a Numancia de una muralla de grandes sillares, siendo, incluso, criticado por su falta de verismo histórico. Pero fue este cuadro el que transmitió la imagen de Numancia, al servir como referencia para ilustrar la mayor parte de los libros de texto y de los manuales de Historia de España utilizados en las escuelas, a finales del siglo XIX y parte del XX.
El primer monumento a los héroes de Numancia se inicia impulsado por la Sociedad Económica Numantina en 1842, pero quedó sin concluir porque los fondos recaudados se destinaron a socorrer a las viudas de los oficiales sorianos caídos en la batalla de Bayón. A su lado se colocó un pequeño pedestal en 1886 por parte del 2º batallón del regimiento de San Marcial.
Finalmente, en 1905 se dedica un obelisco, a escasos metros de los dos anteriores, inaugurado por el rey Alfonso XIII.